¿El Robo del Retablo?

–¡Se están robando el retablo de la Candelaria! –dijo mi interlocutor–. Es Sabena que lo quiere mandar para Italia.

–Voy a averiguar –respondí yo y me alejé escéptico.

Comprendí que, al hacerme semejante comentario, su intención no era impedir «el robo» del retablo, sino difundir esa noticia sensacionalista.

Tenía yo 22 años. Habían pasado pocas semanas de aquel terrible terremoto que sacudió los cimientos de Guarenas en la noche del 29 de julio de 1967. Apenas lograba reponerme de ese trágico suceso natural, tratando de olvidar los 35 segundos más largos de mi vida, aprendiendo a vivir con ese miedo que nos impulsa a continuar.

Fueron muchas las personas afectadas, otras tantas heridas, algunas lamentablemente fallecidas. Además, estructuras emblemáticas de nuestro pueblo sufrieron los embates de ese terremoto. De pronto, Guarenas se convirtió en un pueblo apesadumbrado, en donde la memoria afectiva de sus habitantes se vio profundamente afectada.

Casa de la Comandancia de la Policía, calle Ambrosio Plaza de Guarenas, año 1967. Una de sus habitaciones fue destruida por el terremoto del 29 de julio de 1967. Fotografía cortesía de Jesús Azcona. Fotografía restaurada y coloreada digitalmente por Campanario urbano.
Casa de la Comandancia de la Policía, calle Ambrosio Plaza de Guarenas, año 1967. Una de sus habitaciones fue destruida por el terremoto del 29 de julio de 1967. Fotografía cortesía de Jesús Azcona. Fotografía restaurada y coloreada digitalmente por Campanario urbano.

Ahora se le sumaba a mi pesar escuchar esa frase cruel en contra de aquel guía espiritual. Era una injusticia contra ese hombre que se mantenía al frente de la parroquia desde hacía 14 años. Un hombre de profunda fe cristiana, de carácter firme, docente apasionado y exigente sacerdote que nos alentaba a ser mejores católicos.

Han pasado más de cinco décadas y esa frase se hace recurrente. Parece que en un sector de la colectividad sigue resonando esa idea, manteniéndola como un hecho cierto, aun cuando quienes la esparcen lo hacen sin conocimiento de causa, en donde se acusa al Pbro. Argentino Sabena de haber saqueado la Iglesia de la Candelaria, enfatizando el supuesto latrocinio del retablo que ahí reposa.

Ya he publicado la historia del retablo de la Iglesia de la Candelaria, mostrando fotografías de los años 1940, 1976, 1980 –durante su reensamblaje– y 2021. En todas ellas se ve claramente que se trata del mismo retablo, con todas sus piezas originales.

Una de las estructuras que sufrió severos daños por el terremoto de 1967, fue precisamente la Iglesia de la Candelaria. En especial, el techo de caña amarga se fracturó, dejando caer pedazos a lo largo de la nave, así como sobre el retablo. Por encima de éste, quedó un enorme agujero por el cual entró gran cantidad de agua, producto de la fuerte lluvia que ocurrió esa noche posterior al terremoto. En los días siguientes, el retablo recibió de forma directa los rayos solares. Ambas cosas, agua y luz solar, son agentes dañinos para esta obra de arte.

Iglesia de La Candelaria, Guarenas, año 1977
Iglesia de La Candelaria, Guarenas, año 1977

El padre Sabena decidió cerrar el templo por precaución, pues las paredes agrietadas y el techo roto podían causar un accidente a los fieles. Algunos guareneros se opusieron al cierre, tildando la medida de anticristiana, obviando la seguridad de la feligresía.

Para preservar el retablo, el padre Sabena ordenó su desarmado y resguardo en la Casa Parroquial del Pueblo Arriba, donde permaneció trece años hasta su reensamblado en 1980, momento en el cual fue restaurada la Iglesia de la Candelaria, siendo párroco Monseñor Mario Moronta.

¿Y por qué el padre Sabena ordenó el desarmado y resguardo del retablo? Porque su preservación era una obligación, pues siete años antes del terremoto, la Iglesia de la Candelaria de Guarenas había sido declarada Monumento Histórico Nacional, el 29 de octubre de 1960, según decreto 1079 en Gaceta Oficial 26156, del cual destaco su artículo tercero: «Queda prohibido alterar, modificar o demoler el monumento declarado por este Decreto, sin previa autorización del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes» –autorización que fue solicitada y recibida–.

En 1960 y a propósito de esta declaratoria, todos los bienes del templo, incluido el retablo y sus piezas, fueron cuidadosamente catalogados, lo cual se constata en inventario de objetos litúrgicos que reposa en el Archivo Arquidiocesano de Caracas.

A inicios de la década de 1980, la Iglesia de la Candelaria fue restaurada. Era una deuda moral y legal que tenía el gobierno con nuestro Monumento Histórico Nacional. Además, hay que recordar que el templo quería ser demolido a través de permisos gubernamentales para asentar ahí una solución habitacional muy parecida a la que se construyó entre las calles Vargas y Arismendi. Muchos guareneros lucharon contra estas intenciones, haciendo prevalecer el artículo tercero del decreto 1079, doblegando así al modernismo detractor de pico y martillo.

Reconstrucción de la Iglesia La Candelaria de Guarenas, inicio década 1980
Reconstrucción de la Iglesia La Candelaria de Guarenas, inicio década 1980

Durante el reensamblado del retablo en 1980, fotografié todas sus piezas, correspondiéndose con las asentadas en el inventario de 1960: retablo, banco, sotabanco, pilastras, ático, orlas y amorcillos. Todo el conjunto presentaba su pan de oro –laminado– intacto. En un madero interno de su base podía leerse el año 1780. Así mismo, se había resguardado la imagen de la Virgen de la Candelaria donada por Flor María Chalbaud en la década de 1950. La talla de San José, elaborada a finales del siglo XIX por el guarenero José María Aguilera, también fue resguardada. Y por supuesto, el sagrario, orgullo de los habitantes de La Llanada de Guarenas, fue colocado de nuevo.

Retablo de la Iglesia La Candelaria de Guarenas durante su rearmado, inicio década 1980
Retablo de la Iglesia La Candelaria de Guarenas durante su rearmado, inicio década 1980

Yendo un poco más atrás, el padre Sabena, junto a 22 ilustres ciudadanos, crearon en 1954 la Junta Pro Templo, emprendiendo la ardua labor de remodelación artística y arquitectónica de la Iglesia de Nuestra Señora de Copacabana. En solo tres años, los guareneros pudieron contemplar aquella expresiva obra de arquitectos y escultores italianos, quienes plasmaron en nuestro templo un marco de impresionante belleza: óleos de Conrado Calvi; Cristo en bronce, ornamento de la Virgen de Copacabana, candelabros y puertas del sagrario por Conrado Vigni; bajo relieve en mármol de Carrara de la Última Cena por Emilio Musso; fachada del templo, altar mayor y altares laterales por Giovanni Oreste Della Piana.

Catedral Nuestra Señora de La Copacabana
Catedral Nuestra Señora de La Copacabana

Además, se restauró techo de madera y tejas, revestimiento de columnas con mica, colocación de mármol en piso y zócalos, construcción de la torre del campanario junto a sus nuevos bronces italianos, capillas de la Virgen de Coromoto y pila bautismal, con sus correspondientes mosaicos en paredes. Todo con el aporte de la feligresía, benefactores, comercio y estado nacional.

Fue también el padre Sabena quien, en la década de 1970, ordenó la evaluación de la Virgen de Copacabana, ya que el cedro de la imagen evidenciaba deterioro. Entre otros aspectos, le fue recomendado retirar el manto de la veneranda, ya que los ácidos acético y fórmico usados en las tinturas de la tela dañaban paulatinamente la madera de la estatuilla.

Imagen de Nuestra Señora de Copacabana. Guarenas, década de 1970.
Imagen de Nuestra Señora de Copacabana. Guarenas, década de 1970.

El padre Sabena demostró con hechos su amor por Guarenas e interés por enriquecer y exaltar el patrimonio artístico y arquitectónico del pueblo, cosa a la cual no se le ha dado importancia en estas cinco décadas. Tal es el caso de la escultura Canto a la Agricultura (1952) de Armando Urbina, la Fuente de los Amorcillos (1885) de Emile Antoine Durenne en la Plaza de la Candelaria, la noria de la Hacienda La Concepción (1869) de W&A McOnie en el Parque Trapichito; objetos patrimoniales que presentan un precario estado de conservación. Incluso, al ingenio de vapor de la Hacienda Casarapa (1920) de Blair, Campbell & McLean, en el parque José María Cartaya, le fueron cercenadas sus partes en un intento de venderlas como chatarra.

El «robo del retablo», fue para aquella época un planteamiento malintencionado en contra del padre Sabena, iniciado por un par de personajes guareneros, y que muchos pobladores por ingratitud lo esparcieron sin prueba ni fundamento.

Contrariamente, fue gracias al padre Sabena que hoy en día conservamos este retablo, el cual es parte de la historia artesanal del barroco venezolano.

Fotografías relacionadas:

Derechos reservados, Campanario Urbano