El León de Guarenas

Hablemos del León de Guarenas. pero antes recordemos que las historias y leyendas son el alma de los pueblos, son ese tesoro que guardan en su memoria colectiva y en el corazón de sus habitantes. Son el reflejo de su identidad, cultura y creencias, fruto de la imaginación y amor de sus pobladores, quienes supieron plasmar en palabras sus valores, miedos y anhelos, dándole así sentido a sus vidas. Son un regalo de los pueblos para que aprendamos de su sabiduría y nos enamoremos de su belleza.

Las historias y leyendas se amalgaman a través del tiempo, combinándose con diferentes elementos y siendo objeto de múltiples interpretaciones, por lo cual a veces se hace confuso distinguir la realidad de la ficción, alimentando así el imaginario colectivo.

En ocasiones, un relato fantasioso trasciende a la realidad para adquirir la fuerza de un mito, convirtiéndose en icono de la historia del pueblo.

Uno de esos relatos es “el león de Guarenas” ¿Historia o leyenda?

Narra la leyenda que, en la década de 1890, un felino salvaje atemorizaba a los habitantes de Guarenas. Algunos pueblerinos aseguraban que se trataba de un león africano que había escapado de un circo parisino que estuvo de visita en la ciudad capital y que después de deambular por varios días, terminó refugiándose en las montañas que rodean a la quebrada Guacarapa.

Otros afirmaban que era un ligre, un híbrido entre león y tigresa, que había sido traído por algún viajero desde Asia, siendo de gran tamaño, con rayas apenas distinguibles y una melena no muy abundante.

Los pobladores más fantasiosos, o embusteros, decían que este felino era en realidad un brujo malvado que se transformaba por las noches, atacando a personas y a animales. A modo de chanza, decían que quien escuchara su rugido, estaba siendo advertido por sus pecados y faltas cometidas.

En fin, se aseguraba que este felino causaba estragos entre el ganado y las personas de aquella Guarenas, no atreviéndose nadie a enfrentarlo, pues se decía que su fuerza y ferocidad eran extraordinarias, pudiendo saltar enormes distancias en sus emboscadas.

Muchos afirmaban haberlo visto o escuchado en alguna ocasión, pero la realidad es que nunca se encontró a tal felino en esa Guarenas de finales del siglo XIX, siendo solo una creencia popular cargada de superstición.

¿Pero es posible que esta leyenda haya devenido en un hecho real? ¿Podría este relato haber tenido una repercusión histórica? ¿Ocurriría con el tiempo una coincidencia entre fantasía y realidad?

Pues bien, iniciando la segunda mitad del siglo XX, Venezuela era un país en transición, donde la esperanza y el miedo se entrelazaban en el corazón de sus habitantes.

A duras penas el país lograba reponerse a la conmoción por el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, magnicidio que había provocado una crisis política nacional.

Pero en medio de este escenario, en Guarenas surgían otros relatos de temor y valentía, que reflejaban la sencillez de un pueblo donde seguía transcurriendo la vida.

Es así como en 1951, Juan Vicente Vera Guerra y Margot Ascanio León de Vera esperaban el nacimiento de su primer descendiente después de diez años de matrimonio, estando ella en las últimas semanas de embarazo.

En esas semanas un rumor se hizo cada vez mayor: Un león anda acechando en Guarenas. Dicen haberlo visto merodeando de noche en Guacarapa y subir al Pueblo Arriba por el camino de tierra que une a la calle José Félix Ribas con la esquina de la torre, justo al inicio de la calle 5 de Julio. También aseguran haberlo visto por la Punta Abajo en la calle Falcón. Muchos comentan haber escuchado un rugido en la noche y al asomarse por el postigo haber visto al león.

Además, el rumor era acompañado con una idea generalizada y al mismo tiempo infundada: Los felinos son capaces de olfatear a un bebé en gestación, por lo cual acechan a mujeres embarazadas en búsqueda de carne fresca.

De seguro se trataba de un cunaguaro y no de un león, ya que este último no es un animal natural del continente americano. Pero para los guareneros era un león.

Los esposos Vera Ascanio, quienes vivían precisamente en la esquina de la torre, se mantuvieron muy alertas ante este rumor, el cual cobró mayor sustento cuando el señor Bartolomé Planas, amigo y vecino de la familia, les confirmó haber visto al león.

Resulta que el señor Bartolomé, quien vivía en la casa contigua, tenía la costumbre de sacar su mecedora de paleta y sentarse un rato para recibir el aire fresco de la noche, quedándose ahí dormido muchas veces. En una ocasión y pasada la medianoche, se despertó sobresaltado al escuchar un ruido, momento en el cual vio pasar al león.

En efecto, una mañana el señor Juan Vicente encontró sendos arañazos en la puerta de madera que daba acceso a la casa desde el corral, así como huellas que indiscutiblemente eran de un gran felino. Además, frente a esta puerta y justo donde estaban unas matas, se apreciaba en la tierra el contorno del enorme cuerpo que el animal dejó mientras estuvo echado.

A los pocos días, doña Margot comenzó a sentir los dolores de parto, cosa que se prolongó durante tres días. El trabajo de parto fue atendido en su casa por una doctora, asistida por la enfermera Francisca –Panchita– Arocha.

El señor Juan Vicente no pudo estar pendiente del nacimiento de su primogénito, pues en el corral se escuchaba el rugido del felino que quería entrar a la casa. Vecinos y amigos se acercaron para vigilar y ayudar al señor Juan Vicente, quien disparó su escopeta al aire, espantando así al animal.

Esa noche doña Margot dio a luz a una niña, a quien bautizaron como Zenaida Mercedes. Junto a ella estuvo su sobrina, Romelia Toro Ascanio, testigo directo de este episodio y que da testimonio del león de Guarenas.

En días posteriores, todos se enteraron lo que un residente del sector Tocorón comentó: Su hija embarazada había matado al león. Ella, al percatarse del felino, tomó la escopeta de su padre y de un tiro lo hizo caer al río, siendo arrastrado por las aguas. Después de eso, no se supo más del león de Guarenas.

Pasaron los años y la familia Vera Ascanio continuó aumentando, naciendo los niños Sara Margarita, Carlos José, Juan Vicente, Olivia del Carmen y Eucarys. Entre juegos, los seis hermanos crecieron viendo los rasguños del león en la vieja puerta de madera.

Después del terremoto del 29 de julio de 1967, el señor Juan Vicente cambió la puerta de madera por una de hierro, desapareciendo así –quizás– la única evidencia del león de Guarenas.

En ocasiones, un hecho real se matiza con exageraciones, interpretaciones y fantasías, dándole así más emoción o misterio a la narración. Quizás sea para transmitir una enseñanza moral o cultural, o simplemente para expresar una creencia o deseo, por lo cual esa historia termina convirtiéndose en una leyenda.

En cambio, el león de Guarenas fue una leyenda que se mantuvo en el imaginario colectivo y que con el pasar de los años terminó convirtiéndose en una historia real, en una coincidencia entre fantasía y realidad.

El león de Guarenas existió y es parte de su memoria histórica.

Agradecimientos a Sara Vera Ascanio. En la imagen vemos una composición fotográfica de la calle 5 de Julio en la esquina de la torre.

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