Durante el primer tercio del siglo XX, Guarenas fue un pueblo apacible, en donde la vida transcurría lentamente. Quizás los pueblerinos sin notarlo, acompasaban su trajinar diario al ritmo de las norias de trapiche. En esa Guarenas existió un lugar al que llamaban El Cerro de Piedras.
Pero también fue época de situaciones insólitas, pues por esos años Venezuela tuvo dos jefes de Estado de forma simultánea: Victorino Márquez Bustillos como presidente provisional desde Miraflores y Juan Vicente Gómez como presidente electo desde Maracay, siendo además comandante en jefe del Ejército Nacional. Esta realidad se mantuvo por ocho años, desde 1914 hasta 1922.
En esas primeras décadas del siglo XX, los guareneros alzaban la mirada desde La Llanada para contemplar al Pueblo Arriba, tomando aire fresco y determinación para iniciar su caminata de ascenso, ya que la cuesta era bien empinada.
Aún en La Llanada y mientras avanzaban por la calle Real, los moradores observaban los almendrones que bordeaban el lateral norte de la majestuosa bajada que los separaba del Pueblo Arriba, así como los álamos que se encontraban en el pronunciado collado del lateral sur.
Esa elevada formación fue conocida por mucho tiempo como el Cerro de Piedras.
Estos predios albergaron innumerables anécdotas; una de ellas es la que narro a continuación.
En una mañana calurosa y de cielo despejado, las hermanas Álvarez Pino, Isabel María de 25 años y Rosa Amelia de 14 años, caminaban desde La Llanada hacia el Pueblo Arriba de Guarenas, decidiendo ascender por el Cerro de Piedras, pues les resultaba más divertido. Era el 3 de febrero de 1916.
Durante su recorrido, detenían el paso para tomar aire, mientras disfrutaban del paisaje que la altura les proporcionaba.
En su lento caminar, sintieron que la vista se les opacaba, por lo que se miraron extrañadas.
Lentamente, el cielo azul comenzó a oscurecerse sin explicación alguna, cosa que les causó confusión y temor, deteniendo totalmente el paso y mirando a su alrededor.
De pronto, parecía estar cayendo la tarde y una extraña serenidad se apoderaba del ambiente.
Cuando el resplandor del sol disminuyó lo suficiente y pudieron mirarlo, se percataron que estaba desapareciendo.
Eso las espantó aún más, por lo que comenzaron a gritar, apurando el paso para llegar lo más rápido posible a su casa ubicada en la calle Bolívar del Pueblo Arriba.
Al llegar a su casa, Isabel y Rosa abrazaron a sus progenitores, Daniel y Epifania, manteniéndose dentro de la casa junto a sus hermanos Leopoldo, Luisa, Carmen, María, Luis y Néstor, mientras la oscuridad se hacía cada vez mayor.
Muchos guareneros, al percatarse de este crepúsculo inexplicable, comenzaron a rezar.
Incluso, las gallinas volvieron al gallinero mientras se escuchaba el ladrido de los perros.
Sin saberlo, ellos estaban siendo testigos de un eclipse solar en Venezuela, el cual alcanzó su totalidad a las 11:30 de la mañana. Durante casi tres minutos, Guarenas se mantuvo a oscuras.
En los días siguientes, las noticias de este fenómeno astronómico llegaron a Guarenas, en donde se explicaba que la Luna había ocultado al Sol. Esto mantuvo a los guareneros mirando al Sol durante varias semanas, preguntándose si volvería a oscurecerse el cielo.
¿Qué pasó con el Cerro de Piedras después del eclipse solar de 1916?
Pues bien, durante los siguientes años las calles de Guarenas comenzaron a ser engranzonadas, como parte de la política vial iniciada por Juan Vicente Gómez en 1910. Recordemos que a Guarenas llegó el primer carro en 1915, el cual vino desde Caracas a través de la Carretera del Este, sendero que había sido aplanado y pavimentado un año antes.
Así que, finalizando la segunda década del siglo XX, el lateral sur del Cerro de Piedras se habilitó como vía transitable, facilitando y complementando la conexión entre el Pueblo Arriba y La Llanada, tal como ya lo hacía la Bajada de Los Almendrones en el lateral norte.
Este sendero pasó a ser parte de la calle Real (luego Comercio), la cual iniciaba en la calle Bolívar. Tiempo después, este inclinado trayecto sería conocido como Bajada Carabobo, pues en una casona ahí ubicada propiedad del señor Adesso, se fundó la escuela federal graduada del mismo nombre, siendo solo para hembras. El señor Adesso también fue propietario del Jardín No. 1.
Ahora el Cerro de Piedras estaba delimitado por dos pendientes. En sus espacios se conservaron los álamos y se niveló el sector en dos grandes espacios. Además, en su lateral norte se construyó un muro de tapia. Finalmente, se sembraron nuevas especies en un hermoso jardín. Este remozado paraje sería conocido como la “Alameda Plaza”, nombrado así en honor al prócer Ambrosio Plaza.
Los guareneros preferían caminar hacia el Pueblo Arriba por Los Almendrones y bajar a La Llanada por la Alameda, siendo ambos trayectos de inigualable belleza.
Después de la muerte de Juan Vicente Gómez en diciembre de 1935, los movimientos antigomecistas no se hicieron esperar. El presidente Eleazar López Contreras liberó a los presos políticos, restituyó derechos a los exiliados y restableció la libertad de prensa.
En esta misma línea, el Concejo Municipal del Distrito Plaza decretó en 1936 la remodelación y cambio de nombre de la Alameda Plaza por el de Plaza Régulo Fránquiz, clérigo nombrado como hijo ilustre de Guarenas, quien murió en La Rotunda bajo la tiranía de Juan Vicente Gómez y cuya vida estuvo impregnada de interesantes matices.
Es así como la Alameda Plaza desapareció para dar paso a la Plaza Régulo Fránquiz, siendo sus espacios remodelados con una caminería central y una pequeña redoma, agregando jardines laterales y balaustras perimetrales. Además, en su lateral norte había un pasillo mirador hacia La Bajada de Los Almendrones.
Así mismo, en 1940, el trayecto comprendido entre la esquina de La Calzada y el final de la Bajada de Los Almendrones, fue bautizado como calle Régulo Fránquiz, ya que ese año se había decretado colocar el retrato del presbítero en el salón de sesiones del Concejo Municipal del Distrito Plaza.
En la década de 1960, a la Plaza Régulo Fránquiz le fue removida la hilera de balaustras que la separaban de la Bajada de Los Almendrones, siendo sustituida por pilastras y barandas metálicas.
En la década de 1980, la Plaza Régulo Fránquiz fue remodelada nuevamente, siendo eliminados sus jardines y las barandas metálicas. Ya para ese momento, los guareneros la mencionaban como Plaza de Los Enamorados.
Los únicos aspectos que sobreviven a la arquitectura original de 1936 son la línea de balaustras que la separan de la Bajada Carabobo y la amplia escalera central que une sus espacios inferior y superior.
El Cerro de Piedras, devenido en Alameda Plaza y hoy Plaza Régulo Fránquiz, merece ser restaurado y preservado, ya que es patrimonio arquitectónico y reflejo de la historia de Guarenas.
Ojalá vuelvan sus álamos y jardines.
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Fundador y editor de Campanario Urbano. Docente y director jubilado. Investigador de la historia de Guarenas. Fue cronista de prensa regional y apasionado coleccionista de fotografías y documentos antiguos.