Desde el siglo XV existe evidencia escrita de la palabra hallaca como término gastronómico en el país; así que muy probablemente la hallaca en Guarenas se conozca desde la fundación del pueblo en el siglo XVII, año 1621.
La hallaca refleja de alguna manera la identidad de cada región de Venezuela. Su preparación es una tradición familiar, sobre todo en época decembrina, siendo su receta parte de la herencia cultural venezolana.
La hallaca nos cuenta la historia de cada familia. Ese envuelto en hoja de plátano es un símbolo de la tradición navideña, de la amistad y del compartir en la Guarenas de antaño.
En la década de 1920, mi abuela Julia Rafaela Garmendia ayudaba a mi bisabuela Lorenza Susana Garmendia a preparar las hallacas.
Ellas colocaban el maíz blanco con concha en el pilón, le agregaban agua y comenzaban a prensarlo con el mazo.
Después de haber pilado el maíz para separarlo de su concha, ellas lo hervían en el fogón.
Finalmente, colocaban el maíz en la piedra de moler y lo iban triturando hasta obtener la masa.
Mi bisabuela Lorenza traspasó la tradición a mi abuela Julia y ella a sus hijas Macaria Herminia, Elba Sofía, María Magdalena y Sixta Dolores.
Es así como muchos años después, en la década de 1960, mi madre conocida como «La Negra» enviaba a mi hermano Manuel (Muchachito) a comprar el maíz pilado en el Mercado Municipal de la esquina El Placer.
Mi mamá hervía el maíz en su cocina de kerosene para luego pedirnos que lo moliéramos.
Junto a mis hermanos Manuel y Carlos nos turnábamos para moler el maíz sancochado, pero no en piedra, sino en un moderno molino de acero inoxidable.
Pasarían los años y mi madre nunca usaría harina precocida para hacer las hallacas.
Más allá de la manteca de cerdo sobre la hoja de plátano, del guiso y los ingredientes que ya conocemos, para mí era una exquisitez los adornos que mi madre le ponía a sus hallacas: Ciruela pasa, una pieza de pollo con hueso y tocino.
Recuerdo que mi suegra Luisa Álvarez de García adornaba sus hallacas con ruedas de huevo duro, costillitas de cerdo, tocino, pasitas, tiras de pimentón y aros de cebolla.
Mi esposa prefiere no usar onoto y pintar la masa con mucho pimentón licuado.
Las familias guareneras han transmitido de generación en generación y con su toque especial la tradición de la hallaca como parte de la memoria histórica del pueblo, pregonando con orgullo: “La mejor hallaca la hace mi mamá”.
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Fundador y editor de Campanario Urbano. Docente y director jubilado. Investigador de la historia de Guarenas. Fue cronista de prensa regional y apasionado coleccionista de fotografías y documentos antiguos.