Guarenas es el rostro de sus habitantes, sobre todo de aquellos cuyas actividades particulares y vida ejemplar han dejado un legado indeleble para esta población, como Francisca Arocha, Panchita la Enfermera.
Aquella Guarenas de antaño, rodeada de riveras y cañaverales, de olor a melaza y fundada bajo una profunda fe cristiana, fue cuna protectora de sus hijos, pero también fue tierra noble que recibió como propios a muchos foráneos.
Las montañas que enmarcan nuestro valle dieron la bienvenida a estas personas, quienes no fueron ajenas a Guarenas, sino que se convirtieron en sus apreciados hijos adoptivos.
Muchos de ellos retribuyeron este gesto con su trabajo amoroso, ayudando a erigir al pueblo que les abrió las puertas.
Una de estas figuras es sin lugar a dudas Francisca Arocha, nuestra apreciada “Panchita la enfermera”.
El cuatro de octubre de 1926, a 40 kms de Guarenas, en la Parroquia El Valle de Caracas, Doña Petra González de Arocha daba a luz a Francisca.
Cinco años más tarde, en 1931, su padre Ubaldo Arocha obtuvo un trabajo como capataz en la Hacienda Casarapa de Guarenas, por lo cual decide mudarse junto a su familia a esos predios.
Es así como Doña Petra González de Arocha y sus hijas Petra, Ana Julia, Estilita y Francisca hicieron vida con el matiz de la zafra y la molienda de caña dulce.
De su madre, Panchita aprendió a ser dedicada y ordenada. Pero sobre todo, Doña Petra inculcó en Panchita el amor y cuidado por sus hermanas y semejantes.
De su padre, jefe de gañanes para el labrado de la tierra, fue de donde seguramente Panchita heredó su aptitud de formadora estricta y guía de aprendices. Ella recibió del Señor Ubaldo esa capacidad orientadora con la cual preparó a tantas enfermeras.
En 1938, cuando Panchita tenía 12 años, su familia se mudó al casco de Guarenas.
Cinco años más tarde, en 1943, Panchita contrae nupcias por la Iglesia Católica.
La vida en la Guarenas de antaño era muy apacible, pero no menos exigente. Así que Panchita no se iba a quedar en casa, por lo cual alternó la típica vida de ama de casa con un trabajo que le permitiera sufragar los gastos de manutención de sus dos primeros hijos.
Ya desde 1936 funcionaba el hospital de Guarenas en la calle Bolívar del Pueblo Arriba. En esa imponente casona comenzó a trabajar Panchita en 1945 a la edad de 19 años, en donde le fue ofrecido un puesto en el área de lavandería.
Durante sus labores, Panchita estuvo siempre atenta a lo que pasaba a su alrededor, muy pendiente de lo que acontecía en el hospital. Pero principalmente, ella observaba como las enfermeras brindaban atención a los pacientes.
Panchita sentía que podía ayudar a las personas, pues siempre fue una persona inclinada a brindar ese soporte humano que se necesita en momentos apremiantes de nuestra salud.
No pasó mucho tiempo para que una residente de origen puertorriqueño se percatara del gran interés que Panchita denotaba por la enfermería, de su entrega a los pacientes y amor a los niños. Por ello, hizo las gestiones necesarias para que fuera promovida como enfermera, orientándola en sus primeros pasos en esta noble labor del cuidado a los enfermos. Así mismo, Panchita recibió de esta mentora enseñanzas para la partería, adquiriendo las técnicas necesarias para traer al mundo nuevas vidas.
A partir de ese momento, Panchita se entregó totalmente a esta profesión y al pueblo que la había recibido catorce años antes.
Panchita siempre estuvo en constante aprendizaje, recibiendo el reconocimiento y aprecio del cuerpo de médicos del hospital de Guarenas, quienes en todo momento la apoyaron en su formación. Su desarrollo como enfermera y partera estuvo bajo la orientación de estos profesionales de la salud que a bien supieron estimarla.
Por ello, Panchita siempre recordaba con especial cariño a los médicos que guiaron su formación: Oscar Cordido, Julio Omaña, Ezequiel Ferrer, Rafael Azopardo, Eleazar Figallo, José Sabino Canelón, Irene Engelke, Francisco Delgado, José Ramón Buonafina, Eggaly Wielman, Argimiro Medina, Álvaro Pérez, entre otros. Hacia ellos, Panchita mantuvo un infinito agradecimiento.
Muchos de estos médicos, reconociendo el profesionalismo e impecable labor de Panchita, la refirieron para que se desempeñara como formadora de aprendices para la asistencia de partos, labor que realizó durante un año en el antiguo Hospital Santa Marta de Guatire.
Durante su trayectoria, Panchita tuvo el honor de trabajar junto al Dr. Francisco Rafael García durante sus últimos cinco años de actividad profesional, hasta el retiro del doctor en 1950.
Para ella, siempre fue un honor trabajar en el hospital que lleva el epónimo de nuestro insigne médico guarenero, así como haber dado a luz en sus instalaciones a sus ocho hijos: Pedro Rafael (†), Zulay (†), Aquilia, Nitza, Eduardo (†), César, Nilda y Orlando, siendo además atendida por las enfermeras que ella formó.
Panchita no era mujer de aguardar, pues para ella la ayuda al prójimo no podía tener plazos de espera. Es así como Panchita asistía partos en las casas de los guareneros.
De gran valor fue su ayuda a los heridos del terremoto del 29 de julio de 1967. Ese terrible fenómeno natural inhabilitó definitivamente la que hasta ese momento había sido la sede del hospital de Guarenas en la calle Bolívar. Los afectados fueron ubicados en la Plaza Bolívar, donde Panchita estuvo prestando su loable labor. Así mismo, Panchita integró ese primer grupo de enfermeras que trabajaron en la nueva sede del Hospital Dr. Francisco Rafael García de la calle Ambrosio Plaza.
Después de 31 años de servicio y meritoria labor, la decana de las enfermeras se jubiló en 1976, pero sin dejar de lado su vocación de ayuda al enfermo. Era común que los guareneros asistieran a su casa de la calle El Parque por una inyección o en busca de recomendaciones para alguna enfermedad común.
De sus innumerables anécdotas, Panchita siempre recordaba que el presbítero Argentino Sabena era atendido por ella durante su permanencia en la parroquia. Ya estando Sabena convaleciente en Caracas, la recordaba con mucho cariño y manifestaba gran emoción al conversar con ella por teléfono.
Panchita también mencionaba la confianza depositada en ella por las hermanas de la Congregación Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, encargadas para la época del colegio parroquial.
Ella narraba con orgullo aquel episodio en el cual el Dr. Ferrer refirió a Caracas a un paciente que había sufrido desprendimiento de la oreja. Panchita le dice: “Doctor, yo se la coso!”. El Dr. Ferrer accedió a que Panchita hiciera el procedimiento. Muchos años después, Panchita iba entrando al Cementerio Municipal de Las Clavellinas para visitar la tumba de su hijo Pedro Rafael, cuando de pronto escucha a un hombre que desde la puerta de acceso grita emocionado: “¡Mira, es la enfermera que me cosió la oreja!”, acercándose a ella y dándole las gracias.
Y le causaba mucha gracia aquella vez que estando de guardia en el hospital se disponía a darle medicinas a los enfermos; al cruzar el patio se percata de un muchacho que está sobre la pared lindero con la casa de la policía, y ella le dice: “¿Epa, qué haces ahí?” El muchacho contesta: “¡Panchita, soy yo. Me bajo para salir por el portón!”. Panchita lo increpó: “¡Para acá no vengas, váyase otra vez para la policía a pagar su falta!”. El muchacho obedeció y se regresó por donde vino.
Una vida dedicada al cuidado de los pacientes y la asistencia de parturientas, en donde una cantidad incalculable de niños dieron su primer llanto en las manos de Panchita.
En retribución a ello, el catorce de febrero de 1985, Día de Guarenas, el Concejo Municipal del Distrito Plaza le confirió a Panchita la “Orden Ambrosio Plaza en su Tercera Clase”.
Así mismo, el quince de noviembre de 2019, le fue colocado su nombre al área de maternidad del Hospital Dr. Francisco Rafael García de Guarenas.
Panchita, de profunda fe cristiana, devota de Nuestra Señora de Copacabana, a quien siempre encomendó su salud, manifestaba la necesidad de apoyo e insumos que requieren los médicos y enfermeras, pero en especial los pacientes, sobre todo en estos años de pandemia.
El 8 de agosto de 2022, a las 10:35 a.m., falleció en Guarenas nuestra querida Francisca Arocha.
Desde Campanario Urbano recordamos y celebramos a Panchita por su legado de devoción a los pacientes. Reconocemos a esta mujer por el apego a sus valores, por su vida admirable y ejemplar, digna de imitar.
Ella es parte de la memoria histórica de Guarenas.
Panchita, muchas gracias!
Video: Francisca Arocha, Panchita la Enfermera
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Fundador y editor de Campanario Urbano. Docente y director jubilado. Investigador de la historia de Guarenas. Fue cronista de prensa regional y apasionado coleccionista de fotografías y documentos antiguos.