Para finales del siglo XIX, Guarenas la solariega, silenciosa y con un valle de una amplia sonrisa de verdor y frescura matizada por la luz del sol, nos mostraba también noches claras de plenilunios, contrastando con otras oscuras de menguante, con historias y cuentos grises, muy tenebrosos, derivados estos quizás por la falta de alumbrado eléctrico.
Y se escuchaba la voz del sereno, un señor de nombre Pedro Lobo, que decía “no hay novedad” cada vez que encendía un farol de los sesenta que existían en el pueblo para el año de 1899. Este grito de “no hay novedad” tenía su razón de ser en la advertencia de la tranquilidad que reinaba en esos precisos momentos en la nación, ya que las revueltas suscitadas en tiempos de montoneras estaban apaciguados.
Este relato nos muestra una Guarenas estática, temerosa por lo expresado anteriormente, lo que aprovechaban algunos amantes, fingiendo quizás ser la sayona, el descabezado o el ánima sola, para realizar algunas faenas amorosas nocturnas en predios ajenos y para no ser identificados, optaban por estas leyendas. ¿Y quién en una noche tenebrosa, oscura y silenciosa, no iba a sentir temor?
Son mitos muy frecuentes que encontramos en nuestra geografía con características y humor peculiares.
La fotografía principal muestra un soporte ménsula original de aquellos faroles que alguna vez alumbraron a la Guarenas de antaño, y que se sigue conservando en la calle Falcón.
La siguiente fotografía se corresponde al año 1938, donde vemos un soporte de farol del mismo tipo, en la esquina de las calles Régulo Fránquiz y Bolívar, en la casa donde luego estuvo el famoso Bartolo, diagonal a la Plaza Bolívar.
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Fundador y editor de Campanario Urbano. Docente y director jubilado. Investigador de la historia de Guarenas. Fue cronista de prensa regional y apasionado coleccionista de fotografías y documentos antiguos.
3 respuestas a «Y el pueblo se iluminó»
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